Como tantos viajes a destinos exóticos, Marruecos no deja de sorprender al viajero. Si tenemos en cuenta lo cerquita que lo tenemos de España, a veces cuesta trabajo creer que a la otra vuelta de la esquina uno encuentre estilos, paisajes y formas de vida que parecen no solo sacados de otra cultura, también de otras épocas.
Marruecos es un país bastante seguro para el viajero europeo. Seguramente si tuviera que volver, lo haría por mi cuenta, alquilando mi propio vehículo, lo que me permitiría hacer mis propios planes de viaje y no depender de los horarios de un grupo. Sin embargo, tratándose también de la primera vez que visitábamos el país, preferimos contratar un viaje organizado. Y resultó muy bien la verdad, especialmente porque también es más descansado que te lleven y no tener que preocuparte por conducir.
Marruecos no tiene malas carreteras, pero sí hay que armarse de paciencia en algunos tramos: obras, camiones que van muy lentos, tortuosas carreteras de montaña... definitivamente, contratar un chófer que te lleve te permite, aunque tengas que depender de un grupo, un viaje más relajado y descansado.
Contratamos un viaje de tres días en Marrakech y cuatro días viajando en una caravana de 4X4 con un guía y un grupo de unas 20 personas. Saliendo desde Marrakech atravesamos el Atlas y nos dirigimos hacia el sur de Marruecos. Un cambio total de paisaje, mucho más seco y puerta de entrada hacia el desierto del Sáhara. Pero salpicado de acuíferos y ríos subterráneos que forman extraordinarios palmerales y oasis en medio del más árido paisaje.
Territorio por excelencia de los pueblos bereberes que llevan siendo señores de estos caminos desde tiempos antiguos, seminómadas y comerciantes, entre el desierto y la montaña, y los primeros en aventurarse a atravesar el gran desierto y establecer lazos culturales y comerciales con el África negra subsahariana.
El sur de Marruecos ofrece algunas experiencias imperdibles: visitar algunas kashbash, hacer noche en el desierto y dormir en jaima, pasear por los palmerales y disfrutar de algunos paisajes como las gargantas del Dades y del Toldrá.
Garganta del Toldrá
Las Kashbas son antiguas casas de barro y adobe construidas por los bereberes. Actualmente muchas se encuentran abandonadas y debido a esto, se van desmoronando poco a poco. Algunas, siguen siendo habitadas y gracias a ello, la familia propietaria hace los esfuerzos necesarios para mantener la kashba en condiciones adecuadas para su habitabilidad, manteniendo la vida del edificio desde cientos de años. Algunas siguen siendo residencias privadas, otras se han abierto al turismo y otras se han reconvertido en hoteles. Hay muchas diseminadas por el territorio del sur de Marruecos. Nosotros pudimos visitar por dentro algunas y especialmente nos detuvimos en el Kasar de Ait Ben Hadu, con una antigüedad mayor que la ciudad de Marrakech. También vistamos la kashbah de Telouet. La diferencia entre el kasar y la kashbah es la siguiente: el kasar es un conjunto fortificado de casas o kashbash de barro. La kashbah es la casa en sí. Hay muchas para ver y tal vez lo más sentato para el viajero es elegir alguna de ellas para visitar y detenerse algo más, y las otras verlas solo por encima. El kasar de Ait Ben Hadu es de los más representativos, pero hay otras interesantes como las que hay en Skoura (kashbah de Amerhidil), en Ouzarzate (kasar de taourirt), en Tamnougalt o Kasar de El Khorbat.
Kashbah de Telouet
Kashbah de Telouet
Interior de la Kashbah de Telouet
Kasar de Ait Ben Hadu
Kasar de Taourirt en Ouzarzate
Rincón del Kasar de Ait Ben Hadu
Kashbah de Amerhidil en Skoura
Las gargantas del Dades y del Toldrá son bonitas para verlas desde la carretera, pero si se dispone de un poco más de tiempo, se podrá hacer alguna ruta de senderismo. Nosotros solo nos detuvimos un poco en las gargantas del Toldrá mientras que las otras las recorrimos en el coche. Otro lugar de interés natural que pudimos visitar son los llamados "dedos de mono".
Los dedos de mono en compañía de nuestro guía, Mohamed
Una experiencia imperdible es pasar una noche en las dunas del desierto y dormir en Jaima, una vivienda sencilla de adobe o tienda típica de los pueblos bereberes nómadas. La localidad de Merzouga ofrece para el turismo alguno de estos establecimientos y allí fue donde dormimos. Hay que decir que por lo general no es un alojamiento cómodo, aunque sí pueden encontrarse algunas jaimas y hoteles de lujo, lo más cercano a la experiencia de los bereberes es una jaima normal y corriente. La nuestra no era de las peores, tenía baño privado y estaba hecha de adobe, mientras que otras eran simplemente tiendas y tenías que usar baño comunitario. Eso sí, la ducha no tenía agua caliente en ninguna de ellas... Además, hay que ir bien preparado porque por la noche hace bastante frío en el desierto y ninguna de las jaimas dispone de calefacción. Las camas suelen estar bastante bien equipadas en cuanto a mantas se refiere, pero el frío de la jaima se nota en la cara, así que opté por esconderme bien dentro de la cama y sacar solo fuera de las mantas y sábanas lo imprescindible. A pesar de la incomodidad, una noche solo es una noche y todo se compensa con lo bonito de la experiencia: por la noche fuego de campamento con ritmos bereberes y por la mañana un poco de madrugón para ir a ver el amanecer en las dunas del desierto. Algunos de nuestros compañeros se apuntaron a un paseo en dromedario que por nuestra parte preferimos no hacer. Hacer un poco de ejercicio y el respeto por los animales nos movieron a ello. Pero decir tiene que la vida de estos animales está íntimamente unida desde cientos de generaciones a los pueblos nómadas que cruzan el desierto del Sáhara. Sin los dromedarios sería impensable una proeza de esas características, tan nobles como fieles, dóciles, tan buenos como duros y resistentes. Por tanto, pese al servicio que dan a los pueblos nómadas, también se han ganado su respeto y admiración, y gozan de una gran valoración por parte de estos seres humanos. Están muy bien cuidados y atendidos.
Nuestra jaima "de lujo"
Campamento de jaimas
Es sorprendente como estos pueblos bereberes han aprendido a atravesar el desierto del Sáhara para comerciar con los pueblos subsaharianos. No solo se necesita fuerza, tesón y mucha resistiencia física y psicológica. También una serie de conocimientos que se han pasado de generación en generación. Nunca iban solos y siempre tenían un líder principal en la caravana que guiaba el camino, generalmente alguien no demasiado joven y curtido en la experiencia de atravesar el desierto tras varios años de travesías. Se orientaban por el sol, si viajaban de día o por las estrellas si viajaban de noche, opción que en los meses de más calor era la mejor. Hacían frente al frío, al calor extremo, a la sed, al viento y a las tormentas de arena del desierto, al agua y comida racionada, al cansancio... y nunca sin detener la marcha. De tal manera, sin perder nunca el rumbo hacia el sur, tras más de un mes y medio de caminata sin descanso arribaban a las aldeas africanas con las que había merecido la pena la travesía para poder comerciar.
Varias localidades del sur de Marruecos eran punto de partida de estas caravanas: Merzouga, Ouzarzate o Zagora. En esta última pudimos ver el cartel que marcaba el punto donde los mercaderes se reunían para iniciar la tan importante travesía que casi suponía un rito de iniciación de madurez a los miembros de su etnia bereber.
En Mezourga me gusto mucho otra actividad que consistió en un pequeño concierto de música tradicional de tribus del África negra asentadas en el sur de Marruecos. En principio provenientes de las tratas de esclavos del pasado, pero hoy asentados como ciudadanos libres y de pleno derecho en Marruecos.
Instrumentos musicales tradicionales africanos.
Otra de las cosas que es importante tener en cuenta cuando se viaja a Marruecos es que todo el mundo va a intentar venderte algo. Incluso en algunas visitas por libre que hicimos, nos salía gente en nuestra búsqueda para llevarnos a tiendas de productos locales y hay que aprender a decir que no muchas veces. Esto es algo que también nos pasó en Egipto, pero debo decir que los marroquíes no me resultaron tan agresivos vendiendo como los egipcios. Y los marroquíes al final, comprases o no, siempre mostraban gran amabilidad y alegría por tenerte de visitante en su país. Con algunos egipcios llegó a resultar muy incómodo porque si no les comprabas podían hasta acabar insultándote.
Una de las cosas que uno debe de hacer si pasea por un mercado y quiere evitar verse envuelto en un intento de que te quieran vender algo es no mirar demasiado ni establecer contacto visual con el vendedor. A veces es muy difícil porque el atractivo de las cosas hace inevitable despertar el interés. Esto es especialmente importante en el mercado de Marrakech como más adelante comentaré. Y otro de los recursos que uno debe de manejar es el regateo. Por lo general te ofrecen precios más altos de lo que realmente valen las cosas. El regateo tiene un riesgo y es que, una vez que has entrado en la dinámica, es difícil quitarse al vendedor de encima hasta que no te vende el producto. Algunos son capaces de seguirte allá donde vayas ofreciéndote aun precios más baratos de los hablados en un primer momento.
Al viajar con grupo y guía se debe tener en cuenta una cosa: en algún momento del viaje van a pararte en tiendas de productos típicos para que compres algo y dedicarán bastante tiempo a este menester. Por un lado está bien ya que en estos sitios suelen hacerte demostraciones de como se realizan algunas artesanías típicas pero por otro, se pierde tiempo de ver otras cosas como monumentos típicos. Al contratar un viaje organizado sabía que nos pasaría esto, pero bueno, valorando los pros y los contras al final nos decidimos por esta última opción. Pero si volvemos, de seguro iremos por nuestra cuenta.
Los tres últimos días de nuestro viaje los pasamos en Marrakech. Nos alojamos en un resort a las afueras de la medina, el Riad Ennakhil, a hora y media caminando del centro histórico de la ciudad. Era la opción que nos daban en el viaje y bueno, no estaba nada mal el lugar, amplio, bonito, confortable y con una decoración muy cuidada. Buenas cenas y desayunos. Uno de los días teníamos la visita organizada con el guía y no hubo problema en desplazarnos al centro de la medina ya que nos llevaron en autobús. Pero otro día le teníamos libre y estar tan lejos supuso un pequeño problema. Prácticamente dependes del taxi. El transporte público es más barato pero suele ser escaso y complicado de utilizar. Puedes estar esperando mucho tiempo a un autobús que después de la larga espera resulta que está lleno de gente y no te dejan subir... Así que si uno viaja por su cuenta y decide alojarse en alguno de estos resorts de las afueras, aunque en relación calidad precio puedan ser más baratos que los hoteles de dentro de la medina, se debe de contar con un presupuesto de taxi de ida y vuelta cada vez que uno quiera visitar algo en el centro. Un trayecto de ida puede constar entre 100 y 200 dirhams, dependiendo de la hora del día y de como uno sepa regatear con el taxista. Eso sí, es importante dejar el precio fijado antes de iniciar el recorrido, porque si no se corre el riesgo de que el propio taxista ponga el precio que le convenga.
Riad Ennakhil
A finales de diciembre el agua de la piscina está muy fría. No obstante a medio día hace algo de calor y sí pudimos meter un poco las piernas. Mi marido se atrevió de cuerpo entero pero salió enseguida...
La otra opción de alojamiento es reservar en un riad interior dentro del casco histórico, muchos de ellos eran antiguos palacios de familias adineradas reconvertidos en hoteles. Por lo general suelen ser muy bonitos y de buena calidad, un verdadero paraíso dentro del caos de la medina... pero nunca tan amplios en sus habitaciones como un resort en las afueras. Tienen patios interiores con una pequeña piscina que en los meses de más calor solo sirve para un remojón refrescante mientras que en un resort dispones de una piscina grande para nadar. Pero puedes ir andando a los lugares propios de visita turística en Marrakech. Como tantas cosas, hay que valorar pros y contras y ver que alojamiento es el que uno prefiere.
En nuestra visita contratada teníamos incluidas las visitas al jardín Majorelle, donde otrora estuviera la residencia del diseñador Yves Saint Laurent, el palacio Bahía, una visita a una perfumería (el lugar típico para que te vendan cosas) y un recorrido por los lugares más pintorescos de la medina o ciudad antigua: la explanada de la mezquita Koutubía, el arco de accesdo a la medina, la melláh o barrio judío, la plaza Jmana el Fna y un recorrido por las angostas y estrechas calles del mercado interior. Lo que más agradecí de este día fue el restaurante al que nos llevó a comer el guía, uno de estos lugares a los que, si no sabes que están o alguien que te lleve, nunca los encontrarías. Un lugar muy típico en la antigua medina, difícil encontrar su puerta, medio escondida entre callejones retorcidos y angostos, una vez traspasada, nuevos pasillos oscuros y con retuertas que se abren casi milagrosamente a un patio interior que nadie espera, maravillosamente decorado en estilo hispano-morisco. También se agradeció en esta visita guiada el recorrido por las calles del mercado, un centro comercial con cientos de años de antigüedad y en el que era tan fácil perderse como no saber encontrar los lugares más pintorescos y curiosos.
Palacio de la Bahía
Puerta de Marrakech
Palacio de la Bahía
Sinagoga del barrio judío o Melláh
Palacio de la Bahía
Palacio de la Bahía
Explanada de la Koutubía
Sin embargo, la visita a Marrakech ofrece aun más cosas y fue necesario otro día más, el día libre que teníamos, para terminar de ver las maravillas que ofrece esta ciudad y tener un poquito más de tiempo para entretenerse con alguna compra. Así que el segundo día fue cuando inevitablemente tuvimos que tomar el taxi. Primeramente visitamos la madrasa Ben Yusef, para mi gusto, el monumento más bonito de todos, más aun que el palacio Bahía. Para llegar a ella pudimos ver otra parte de la medina que no habíamos visto el día anterior. También visitamos las tumbas sadíes, otro monumento espectacular, aunque una buena cola para solo poder verlas por unos minutos. Ya saturados decidimos no visitar más cosas aunque no debo dejar de mencionar otros lugares que muy bien merecen la pena: el jardín secreto, el palacio Badi o el museo de la fotografía. Así que optamos por terminar de callejear por aquellos rincones de la medina que aun nos faltaban, hacer alguna compra y tomarnos un refrescante y energético zumo de frutas en una de las terrazas que dan a la famosa plaza Jemaa el Fna. Otro refrigerio de lo más energizante son los zumos de granadas hechos al instante por alguno de los vendedores ambulantes. Las granadas son buenísimas y están en su punto.
Madrasa Ben Yussef
Madrasa Ben Yussef
Madrasa Ben Yuseff
Tumbas Sadíes
Tumbas Sadíes
Algún comentario sobre la plaza es necesario hacer: allí encontrarás comerciantes con los productos de lo más variopintos aunque muchos de ellos no muy distintos a los que puedas encontrar entre las callejas de la medina. Lo más original de la plaza seguramente sean los hombres con animales exóticos: monos y encantadores de serpientes, así como grupos de música tradicional marroquí. No es muy placentero ver como tienen a los pobres monos, atados con cadenas y vestidos con ropas orientales, solo para satisfacer el gusto del turista de hacerse una foto con él. Personalmente preferimos no tomar esta opción. Por su parte, las cobras de los encantadores de serpientes no parece que estén mucho mejor, aunque desde luego, es un espectáculo de lo más pintoresco ver a los encantadores tocando sus panderos y chirimías para hacer estirar la cabeza de la cobra. También podrás ver grupos de música tradicional marroquí. A estos tres grupos no te aconsejo acercarte mucho porque a nada que vea que les estás observando se acercarán a pedirte alguna moneda por sus muestras. Si no quieres gastar dinero o consideras que el espectáculo no es digno de remuneración, te aconsejo observar desde lejos. Lo mismo puede pasarte con los aguadores vestidos al estilo tradicional bereber que encontrarás en los alrededores de la Koutubía.
Cuidado también con alguna mujer que pinta las manos con henna. Nuestra experiencia fue la siguiente: nos empezó a dar conversación, de forma muy amable y cercana. Le dejé muy claro desde el principio que yo no quería pintarme la mano. Pero ella, haciendo como que no me iba a pintar siguió hablando conmigo de tal manera que cuando me quise dar cuenta ya me había empezado a pintar una mano. Yo le insistía que no quería pero ella hacía como que no me iba a cobrar, que solo era una prueba para que viera si me gustaba o no, hasta el punto de que llegó a sugerirle a mi marido que nos hiciera una foto. Y todo esto parecía que solo era una muestra gratuíta, al menos eso nos hizo creer, pero al final nos pidió monedas. No quisimos dárselas porque no nos parecían maneras correctas de hacer las cosas y bueno, al final nos largamos de allí y afortunadamente no pareció que la mujer se enfadara mucho con nosotros. Después de todo, era ella la que había intentado engañarnos... No obstante comento esto por prudencia, para que mantengáis cierta distancia cuando alguno de estos vendedores traten de abordaros más de lo que los límites de las relaciones sociales habituales parecen mandar...
El tatuaje que yo no quería hacerme...
Fuera de la medina y necesariamente conectado desde ella con taxi, hay otro lugar de interés que tampoco llegamos a visitar: los jardines de Menara.
En nuestro último día de estancia en Marrakech, el avión no salía hasta las ocho y media de la tarde. Así que disponíamos aun de una mañana entera y parte del medio día para seguir disfrutando de nuestra estancia. Nos debatimos entre volver a tomar un taxi y regresar a la medina o quedarnos por la zona del hotel. Afortunadamente a unos pocos pasos de nuestro resort hay un museo recientemente construido sobre los usos del agua en Marruecos. Así que, un poco saturados de los dos días anteriores de medina, decidimos visitar el museo. El edificio es moderno pero construido con mucho gusto al estilo hispano-morisco como ellos mismos también llaman. Fue una buena inmersión cultural sobre los usos locales y tradicionales que se remontan varias generaciones pasadas sobre la manera de aprovechar, distribuir y extraer el agua por parte de los oriundos, así como de ritos, maneras legales y tradiciones religiosas asociados con el uso de este bien preciado, especialmente para los habitantes del desierto.
Espero que este artículo con mi experiencia compartida sobre este bonito viaje a Marruecos te pueda orientar si estás planificando un posible viaje a nuestro país vecino. Si te decantas por un viaje organizado, a continuación te paso el link del viaje que contratamos, a través de la empresa logitravel. El guía como los conductores de los vehículos 4x4 fueron de lo más amables. Si por otro lado eres de los que prefieres viajara por tu cuenta, espero que mis consejos puedan haberte ayudado.
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